RAY MANZAREK: EL TECLISTA QUE ENCENDIÓ EL FUEGO DEL ROCK PSICODÉLICO

por | 26 Feb, 2025 | FLASHBACK | 0 Comentarios

Última actualización: 1 Mar, 2025

El 20 de mayo de 2013, la música perdió a una de sus figuras más innovadoras: Raymond Daniel Manzarek Jr., mejor conocido como Ray Manzarek, tecladista y cofundador de The Doors, cuya muerte a los 74 años, tras una batalla contra el cáncer hepático dejó un vacío en la historia del rock. Sin embargo, su legado, marcado por su virtuosismo en los teclados y su visión artística, sigue vivo como un faro de creatividad. Repasamos la carrera de un músico que desafió las convenciones.

De Chicago a Venice Beach: Los Inicios de un Visionario

Nacido en Chicago en 1939, Manzarek creció en una familia de ascendencia polaca, donde el piano clásico y el blues de la ciudad moldearon su sensibilidad. Estudió cine en la UCLA, pero fue la música la que capturó su alma. En 1965, en las playas de Venice (Los Ángeles), un encuentro casual cambiaría su vida: Jim Morrison, un joven poeta con aura de rebelde, le recitó un verso de Moonlight Drive. Manzarek, electrizado, propuso formar una banda. Así nació The Doors, nombre inspirado en Las puertas de la percepción de Aldous Huxley.

The Doors: Donde el Órgano se Convirtió en Guitarra

En una época dominada por guitarras distorsionadas, Manzarek hizo del teclado el corazón de la banda. Su Vox Continental —ligero, portátil y con un sonido ácido— se entrelazaba con la guitarra de Robby Krieger, mientras su mano izquierda ejecutaba líneas de bajo en un piano Rhodes, creando una textura única. Canciones como Light My Fire (1967) —cuya intro de órgano es icónica— o Riders on the Storm (1971), con sus melodías lluviosas, demostraron que el teclado podía ser tan poderoso como la voz de Morrison.

Manzarek no fue solo un músico; fue un arquitecto sonoro. En Break On Through (To the Other Side), su ritmo frenético imitaba el latido de un corazón, mientras que en The End, su órgano ambientaba el clima oscuro y místico de la épica narrativa de Morrison. Su formación clásica (era admirador de Chopin y Mozart) se fusionó con el blues, el jazz y el rock, dando vida a un estilo que influyó a bandas como The Strokes y Interpol.

Después de Morrison: Música, Libros y el Espíritu de The Doors

La muerte de Jim Morrison en 1971 marcó el fin de The Doors, pero no el de Manzarek. En los años 70, formó Nite City, una banda de rock fusion, y colaboró con artistas como Iggy Pop y Echo & the Bunnymen. En los 80, produjo discos para X, banda punk de L.A., y en 2002 se reunió con Robby Krieger y John Densmore para giras como The Doors of the 21st Century (aunque disputas legales con Densmore frenaron el proyecto y tuvieron que finalizarlo)..

Además de la música, Manzarek exploró la literatura. Publicó dos memorias: Light My Fire: My Life with The Doors (1998) y The Poet in Exile (2001), una novela donde imaginaba que Morrison fingía su muerte para escapar de la fama. Sus relatos, cargados de humor y nostalgia, revelaban su faceta de contador de historias.

Legado: El Sonido que Nunca se Apagó

Manzarek murió, pero su influencia perdura. Bandas como The Killers y Arcade Fire han citado su uso del órgano como inspiración. En 2007, Rolling Stone lo ubicó en el puesto 10 de los mejores tecladistas de todos los tiempos, y su técnica sigue enseñándose en escuelas de música.

Más allá de lo técnico, su mayor aporte fue filosófico: demostró que el rock podía ser intelectual y visceral al mismo tiempo. The Doors no eran solo canciones; eran viajes sonoros que exploraban el amor, la muerte y la libertad. Y Manzarek, con sus teclados, era el guía.

Ray Manzarek en 2025: ¿Por Qué Seguir Escuchándolo?

En una era de producción digital y autotune, la música de The Doors suena más auténtica que nunca. Los solos de Manzarek, improvisados en vivo con la intensidad del free jazz, nos recuerdan que el arte nace de la osadía. Canciones como Touch Me (1968), con su fusión de rock y orquesta, o Love Her Madly (1971), con su riff contagioso, son lecciones de cómo innovar sin perder accesibilidad.

Además, su lucha por mantener viva la esencia de The Doors —sin Morrison, pero con respeto— refleja su amor por la música como arte sagrado. Como dijo en una entrevista: «Jim era el chamán, pero la banda era una conversación. Todos éramos una parte del todo».

Conclusión: El Guardián de las Puertas

Ray Manzarek no fue solo un tecladista: fue un alquimista que transformó notas en emociones. Su muerte cerró un capítulo, pero su música sigue abriendo puertas a nuevas generaciones. En un mundo donde el arte a menudo se consume rápido, su obra nos invita a detenernos, escuchar y dejarnos llevar por ese órgano que, como él mismo decía, «era el río donde Jim nadaba».

Si hoy escuchas  Light My Fire y cierras los ojos, quizá aún sientas la magia de aquel joven de Chicago que creyó que el rock podía ser poesía. Y vaya que lo logró. 🎹🔥

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