La historia de Orina es una de las más caóticas y auténticas de la escena nacional reciente. Es la historia de un grupo que parece avanzar a base de accidentes afortunados. El último de ellos, y el más brillante, es su álbum debut, «Mea culpa», publicado el pasado 8 de octubre a través del sello Desorden Sonoro.
Si aún no te has sumergido en él, te estás perdiendo uno de los discos más honestos y ruidosos del año. Y para entenderlo, hay que conocer la historia de una banda que nunca planeó serlo.
De cámara a ‘frontman’
Todo arranca en 2019 en La Casa Invisible de Málaga. Víctor, Kike y Adri se juntan para «hacer ruido» y experimentar. Invitan a su colega Manué para que grabe en vídeo la sesión. El plan era ese, hasta que a alguien se le ocurrió ponerle un micro delante.
Manué, el supuesto cámara, se convirtió en el frontman de Orina. Lo hizo, según ha contado, susurrando «tonterías en el micro» muerto de vergüenza mientras la gente pasaba por la sala de ensayo. Esas «tonterías» se convirtieron en la personalidad arrolladora de la banda.
Letras en la basura y el «amago de disolución»
Orina se consolidó como cuarteto y empezó a definir un universo propio: «humor amargo», precariedad y desencanto. No es pose; es la vida de «currelas» en una Málaga gentrificada. Su método de composición lo demuestra: Manué, aficionado al collage, empezó a recoger letras literalmente de la basura.
De ahí nacieron sus primeros himnos underground como «Begoña» (basada en una carta de amor a una cajera del Eroski) o «Parkour» (extraída de un fanzine infantil).
Tras curtirse en directo (llegando a ser banda de apoyo del mismísimo Tijeritas) y soltar varios singles, la banda se enfrentó a su final en 2023. Adri, guitarrista y pilar del grupo, se mudaba a Italia. Orina anunció su disolución.
La resurrección: el Canela Party al rescate
Tenían un último concierto de despedida apalabrado en Málaga. «Me subí al escenario pensando que hasta ahí», ha llegado a comentar Kike, el batería.
Pero ese concierto «final» lo cambió todo.
En esa misma noche, se cruzaron dos oportunidades que salvarían al grupo: la propuesta de tocar en el Canela Party de 2024 y el interés del sello Desorden Sonoro. «Carajo, por el Canela merece la pena intentar seguir», pensaron.
Archivaron el post de la disolución, se reinventaron y ficharon a dos nuevos miembros (Paul Martín y Antonio Mérida) para convertirse en el sexteto imparable que son hoy.
«Mea culpa»: El sonido del caos ordenado
Y así llegamos a «Mea culpa». El álbum, que NO incluye esos primeros hits «encontrados» («Parkour», «Begoña», etc.), es una colección de 11 cortes de material nuevo, producido junto a Sixto Martín (La Trinidad).
El resultado es un cóctel salvaje de post-punk, ruido, psicodelia y ecos de jazz o rock latino, que recuerda a bandas como PiL, Talking Heads o Dead Kennedys. Es un sonido afilado que envuelve letras sobre la frustración vital, como demuestran los singles «Cúcaro», la homónima «Mea culpa» o «Moreno albañil».
Es, sin duda, uno de los debuts del año. Escúchalo aquí.






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